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Marihuana Marley S.A

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La hierba es la curación de la nación: debajo del León de Judá que mira con gesto pacífico, pero severo, la frase y la firma de Bob Marley. En la tienda virtual donde se vende el cotillón infinito del músico reverenciado (hay discos, claro, pero también remeras, parlantes o café) se promociona el nuevo producto, de inminente lanzamiento al mercado: “Es una planta particular. Una que crece junto a los árboles de mango, de menta, de páprika. Los sabios hindúes hablan de ella. Los rabinos hablan de ella”. Es marihuana. Tras décadas en que la cultura popular unió la escucha de reggae con el consumo de THC, el heredero del jamaiquino más famoso por fin se decidió a capitalizar el negocio. Este año saldrá a la venta Marley Natural, la primera marca multinacional de cannabis. Si en la home de su sitio se cumple con el requisito de admisión (¿Tienes al menos 21 años de edad o eres un paciente legítimo que usa marihuana con fines médicos?), el emprendimiento anuncia un filón de época: la droga como merchandising, ahí donde sea legal, y un género musical oficializado como himno de la república fumona.


En Uruguay, en Holanda o en los estados yanquis de Colorado, Washington, Oregon y Alaska pronto se venderá la hierba en bolsitas de papel metalizado rubricadas con el logotipo creado por un estudio de diseño gráfico de Vancouver: el león marrón, las dos plantas verdes y el apellido del padre del reggae. Detrás del negocio está el sexto de sus once hijos: Rohan, que se cansó de vender encendedores y pipas (“más de un millón”, admitió a la revista The New Yorker) y ahora apuesta por la materia prima.


A los 42 años se rapó los dreadlocks, se vistió con una respetable camisita blanca y se asoció con Privateer Holdings, la primera empresa de capital privado en la industria del cannabis (entre otros prósperos negocios, provee la marihuana de consumo medicinal en todo Canadá). Juntos ofrecerán distintas cepas jamaiquinas listas para fumar, así como infusiones, accesorios y hasta bronceadores con una fórmula de aloe, coco y cáñamo: un tecito para inducir la introspección o un bálsamo para la piel quemada.


Pero además de montar un imperio legal alrededor de una sustancia que es ilícita en la mayoría de los países, Rohan se propone una misión fundacional: acompañar el consumo de la hierba con una mitología cultural mainstream y, para eso, convirtió los mensajes de su padre en frases publicitarias tan perdurables como just do it o me encanta.


Si no empiezas en algún lugar no irás a ningún lugar o únete al viaje son los lemas que, con la retórica poética de un aforismo impreso en un sobrecito de azúcar, buscan unir la mística espiritual del reggae con la mercadotecnia más elemental, aquella memorable en su semántica efectista. Si es cierto que la publicidad es una especie de representación épica de lo íntimo, según definió Roland Barthes, por primera vez en la historia la decisión personal de fumar marihuana podrá ser una elección de consumo equiparable a comprar esta y no otra marca de cigarrillos, aquella y no cualquier otra marca de cerveza.


“¿Te hacen rico tus posesiones? Mi riqueza es la vida, siempre”: la filosofía de Marley, padre, parece una réplica póstuma a las ambiciones de Marley, hijo. Promotor incansable del sinfín de productos que llevan su apellido como marca, Rohan se defiende de aquellos que lo acusan de mercader voraz: “Mi padre fue el primer emprendedor de la familia: él abrió su propia discográfica, su propio restaurante.”, dice. Y en la excusa para inventar su negocio más original encuentra una parábola: “Él sabía que, si uno quiere devolverle algo a la gente, primero tiene que

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