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Marihuana para Mariano

Comienzo el año con ganas de nacionalizarme uruguayo o en su defecto hacerme residente en Colorado, lugares en los que los brotes verdes de la marihuana empiezan a respirar en libertad. Permítanme la frivolidad pero el escapismo se presenta sino como una panacea universal al menos como un merecido alivio de la presión y de la tensión a la que vivimos sometidos. Puro escapismo es el que practican desde hace unos meses los ministros de nuestro desgobierno. Después de años de lamentaciones en los que nos hicieron austeros por encima de nuestras posibilidades, haciendo de la necesidad virtud forzada y antipática, nuestros ministros han cambiado el tono de sus sermones y predican una recuperación tan prodigiosa que solo ellos pueden ver. El cambio de tono ha sido espectacular, una difícil pirueta sobre el vacío que se abre a sus pies. Ni en las perspectivas más optimistas de los augures financieros más reputados se vislumbran por donde irán las mejoras, como se producirán, qué clase de encantamiento se ha sacado de la manga el mago Montoro, de que se ríe De Guindos, porqué Mariano Rajoy ensaya, sin mucho éxito por el momento, una sonrisa en su cara de funeral en su siniestra catadura de recortador y enterrador de derechos y libertades.

Vayamos por partes, como decía Jack el Destripador: Cuando nos dijeron que las cosas iban mal muy mal, las cosas empezaron a ir peor, si ahora nos dicen que las cosas van bien muy bien, deben pensar que tal vez empiecen a marchar mejor, que hay luz al final de ese túnel en el que nos han metido aunque será una luz muchísimo más cara. Cuestión de fe o de magia simpática. Dice De Guindos que en el 2014 se creará empleo, del bueno, del que ya no hay, y las cifras del paro seguirán creciendo, pero menos de lo que nos habían pronosticado.

El gobierno de Colorado dedicará los beneficios de la marihuana a la construcción de escuelas públicas, una iniciativa que transplantada aquí, donde tanta falta hace, podría mejorar sensiblemente la situación de las arcas públicas y crear puestos de trabajo en la enseñanza y en el cultivo de marihuana. Los llanos de Alcorcón, donde el mangante Adelson fingió que quería edificar su Babilonia y sus torres de Babel, serían un magnífico enclave para una ecológica plantación de marihuana, un pulmón verde en el que cientos de alegres agricultores cultivarían y recolectarían los brotes tiernos de la hierba y otros cientos, tal vez miles de empleados, se beneficiarían de su comercialización y venta. La marihuana es ecológica y terapéutica. Tras largos años de investigación hasta los médicos y los químicos más reacios a la legalización convinieron en sus cualidades medicinales y laboratorios hubo que probaron a crear una marihuana medicinal sin posibilidad de uso recreativo. Ahí está el cogollo de la cuestión, en el uso lúdico de la sustancia. Lo que les molesta es el recreo y la alegría, todo lo que nos gusta es ilegal, es inmoral, engorda y sale carísimo, hay un reflejo puritano y moralista, una condena del placer. La lujuria, la gula y la pereza acechan desde la planta del cáñamo, no eran hojas de parra, eran de cáñamo, las que tapaban las vergüenzas de nuestros primeros padres. Suprimir los efectos placenteros de la marihuana y conservar los terapéuticos era una tarea condenada al fracaso, a la par que totalmente innecesaria, pues los efectos recreativos son la esencia de su utilidad médica.

 

Sin llegar a los extremos del “a ver quien me va a decir a mí cuantas copas puedo beber para conducir” que dijo Aznar, hay que reconocer que el Estado (sea lo que sea semejante ente) se inmiscuye y se entromete (sobre todo con gobiernos como este) en las vidas y comportamientos privados de sus ciudadanos, nos dice que tenemos que creer, pensar y votar, y refrendar leyes infames como la que despoja a las mujeres del gobierno de sus propios cuerpos. La ley mordaza no tapará nuestras bocas, seguiremos respirando por encima de nuestras posibilidades o al menos seguiremos boqueando como peces fuera del agua. Si se realizaran controles antidoping a las puertas del Parlamento nos íbamos a llevar muchas sorpresas y a tener más claras algunas cosas. De momento parece que Mariano ha cambiado su medicación con la receta que le ha pasado Montoro, a Guindos también le ha sentado bien y hay quien ha intuido un atisbo de sonrisa en la faz adusta y austera de Fátima Báñez, pero son rumores.

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