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El club social de la mota o marihuana

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Holanda, México.-Un grupo de ciudadanos holandeses pugna porque se autorice el cultivo apropiado de cannabis, pues si bien fumarla está permitido, “también hace falta legalizar su producción, ya que la compra clandestina genera ‘lavado’ de dinero y violencia”, dicen los solicitantes.

La boca de Jan van Piekeren huele a una mezcla de tabaco y mariguana. Quizá sea así porque antes de abrir la puerta de su pequeña casa de tabiques rojos localizada en esta ciudad de Utrecht, en el centro de Holanda, se dio un último “toque” del cannabis que tanto le gusta. No necesita disimular —tampoco parece intentarlo—, el tono carmesí en sus párpados lo delata; no obstante, su aspecto es relajado y jocoso. “Pasa, pasa”, me pide el rubio de 50 años y escaso cabello entre sonrisas.

Adentro, todo parece estar inspirado en los años sesenta. Al fondo de la pequeña estancia hay un hermoso sofá Dinamarca cubierto por una manta multicolor. A su lado, en el rincón, descansan un par de lámparas de acero esmaltado de colores brillantes. Sobre el muro opuesto de tabiques hay una chimenea; junto a ella se encuentra una gran colección de viejos discos de soul, funk, folk… Al centro, sobre una mesa de madera se termina de difuminar el hilo de humo de una colilla recién estrujada en un cenicero de porcelana verde.

El lugar lo terminan de ambientar el sonido suave de un piano que sale de un par de bocinas y algunas plantas de ornato, las cuales reciben el último calor del año a través de dos ventanas que miran al jardín. Justo al otro lado del vidrio, se pueden ver unas frondosas ramas verdes de las que crecen unas hojas de cinco picos. Son las plantas del Club Social del Cannabis de Domstad (CSCD), el primer grupo de consumidores de hierba del mundo en recibir autorización local para cultivar y usar mariguana recreativa.

Hace apenas unas semanas, el colectivo logró obtener la primera excepción a la Ley del Opio por parte de las autoridades de Utrecht, la primera ciudad de los Países Bajos, fundada en el año 47 dC. por los romanos y que hoy habitan poco más de 300 mil personas, de las cuales el cinco por ciento fuman marihuana, de acuerdo con las autoridades locales. El permiso obtenido por el club es similar al que tienen quienes usan marihuana medicinal en el país, pero aún no es definitivo.

UN TOQUE RELAX

Jan van Piekeren es un conocido cantautor holandés y asiduo consumidor de cannabis desde hace más de 30 años. A pesar de que ha declarado a medios locales que él es únicamente el vocero del club de la “mota”, “la parte visible de un grupo de amantes de la marihuana”, este hombre que ahora se dedica a cargar la cafetera en la cocina, cuenta que fue hace poco tiempo cuando decidió hacer algo para que en Holanda cambie la percepción sobre el consumo de cannabis y termine la represión por su uso.

“Muy pocas semanas después de haber lanzado esta iniciativa ya teníamos más de 100 miembros inscritos en el club”, señala con un poco de alarde. “Cuando surgió la idea, pensé que podía juntar a un grupo de amigos de aquí de Utrecht en un solo lugar para darnos un “toque” luego del trabajo, como cualquiera que después de una dura jornada se va a tomar una cerveza a un bar y después se va a casa sin la preocupación de preguntarse sobre la calidad y la procedencia de lo que consumió”.

—Pero, lo que ustedes están haciendo no es nuevo, ¿o sí? —le cuestiono mientras acecho su tentadora colección de discos viejos de acetato—. Estamos en Holanda, en la tierra en la que se puede consumir libremente cinco gramos de cannabis en la calle, en casa y en las famosas coffeeshops, ¿no es así?

“Así es. El problema es que muy pocos saben de dónde proviene y qué calidad tiene el producto que hoy se fuman”, sostiene mientras vuelve de la cocina con dos expresos cortados y me atrapa hurgando entre sus joyas de Ray Charles, Marvin Gaye…

—Pero también existen muchas personas en Holanda que saben y procuran el cultivo de plantas de cannabis tanto en exteriores e interiores para el autoconsumo, ¿no es así? —le cuestiono.

“Así es. El problema es que esa gente que ya tiene experiencia sembrando y trabajando para su propio uso el THC (Tetrahidrocannabinol, el compuesto químico de la marihuana) , hoy tiene temor de sembrar porque la policía entra a tu casa, te quita tus plantas, te multa y hasta te llevan a prisión. Nosotros queremos tener a dos o tres cultivadores autorizados que se encarguen de cosechar unas 25 plantas a la semana”, sostiene el artista.

PUERTA TRASERA

A pesar de que todos los coffeeshops han sido catalogados como lugares seguros para el consumo de cannabis, según Van Piekeren, lo que pocos conocen es la forma en que el producto llega a los famosos locales que causan tanta admiración a los turistas.

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“El problema es la puerta trasera”, asegura el holandés, quien trabajó en una coffeeshop. “Por los normal, puedes tener 500 gramos de cannabis en tu local, no más. Pero imagina que cada hora llegan a comprarte cinco gramos entre 20 y 25 personas… Y en toda Holanda hay unas 650 cofeeshops. Es imposible que te alcance con esa cantidad de producto”.

—Pero, entonces ¿de dónde viene la mariguana que venden los cafés? Porque parece ser uno de los secretos mejor guardados por esos negocios —le pregunto mientras extiende una hoja de papel arroz sobre la mesa de madera en la que ahora esparce únicamente tabaco.

“Nadie te lo va a decir porque eso es justamente lo que es ilegal”, sostiene sin vacilar.

Según Jan, en la ctualidad existen en Holanda grupos, o los mismos dueños de las coffeeshops dedicados a rentar una habitación, un apartamento o una casa entera para instalar invernaderos de cannabis que trabajan las 24 horas todo el año. Un dato que a nadie le resulta extraño en estas tierras, ya que continuamente se lee en la prensa local y en la de Bélgica, titulares sobre la detección y el total desmantelamiento de estas plantaciones caseras.

“Esta posibilidad de cultivar van y se la ofrecen a cualquiera que quiera ganar un dinero extra”, dice Van Piekeren antes de prenderle fuego a su cigarro. “Imagínate si no es atractivo, por cada kilogramo que cultives te pagan hasta siete mil euros (unos 120 mil pesos). Claro que existe un gran riesgo de ser descubierto por la altísima cuenta de luz que le llega a quienes siembran al interior; pero ahora hay quienes han aprendido a instalar ‘diablitos’”.

“Uno de los problemas más graves”, explica, “es que los mayoristas llegan a pagar grandes cantidades de dinero por la renta de terrenos baldíos, estacionamientos y parques; igual a quienes cultivan para ellos les pagan con sacos llenos de billetes, tanto dinero que pagan por el cannabis no pueden depositarlo en el banco, y es obvio que para protegerse los implicados usan armas, lo que trae violencia a las ciudades”, insiste.

MEDIDAS FALLIDAS

Según el músico y promotor del cannabis recreativo, desde que Holanda aprobó la conocida Ley del Cannabis hace 37 años, siempre ha sido “una mesa de tres patas”.

“Por eso hacía referencia a la puerta trasera de los coffeeshops”, afirma. “La entrada delantera está perfecta, ahora te piden identificación, hay seguridad, están limpios los locales; pero ¿cómo hace la droga para venir de los áticos convertidos en invernaderos, que es donde se cultiva para los usuarios no solo de Holanda sino de otros países que vienen aquí a darse un ‘toque’?”.

aquí en Holanda han intentado ahuyentar el narcoturismo, sobre todo el proveniente de Alemania, Bélgica y Francia, implementando el uso de controles como el ya famoso y fallido “Wietpas” (el pasaporte de la hierba) en los coffeeshops del país; una medida que arrancó en mayo de 2012 y que tenía la intención de registrar en un padrón a los consumidores de cannabis de cada local.

No obstante, lo que las autoridades no midieron fue el incremento en la demanda de drogas en la calle por parte de los usuarios. Repentinamente, varias ciudades holandesas vieron el retorno de los llamados dealers ante la negativa de los asiduos a los cafés a registrarse, pues tiene miedo a que las autoridades, los bancos y en sus propios trabajos los “ficharan” como drogadictos. Al mismo tiempo, algunas instituciones, como la Universidad de Tilburgo, detectaron un incremento en la venta de drogas duras (cocaína, éxtasis, heroína) que se vendían sin control en las banquetas, poniendo en riesgo la salud de los usuarios.

OPOSICIÓN LEGAL

Mientras me lleva al jardín a mirar las grandes matas verdes que reciben los últimos rayos de sol del verano, Jan me cuenta que fue justo el 11 de septiembre pasado cuando el CSCD registró ante la Cámara de Comercio de Utrecht, un viejo edificio del centro de la ciudad. Ese espacio lo pretenden remodelar para instalar invernaderos que sean mantenidos por los cultivadores experimentados, salas para fumar hasta un gramo al día en un horario vespertino que iría de dos a tres horas únicamente. De forma adicional, asegura que su propuesta incluye el pago de la cuota del club mediante tarjeta bancaria, “nada de efectivo”, subraya Van Piekeren, con la intención de que se haga claro el pago de impuestos.

El club ya tiene autorización municipal; sin embargo, actualmente se encuentran en espera de recibir la excepción a escala nacional, una petición que presentaron junto a las autoridades de Utrecht ante el Ministerio de Justicia holandés también en septiembre, que les permita, de entrada, sembrar 400 plantas en ese edificio. Este trámite, según Jan, les puede tardar tres meses.

Sin embargo, unos días después de recibir la petición, Ivo Opstelten, ministro de Justicia holandés, declaró a la prensa que se oponía rotundamente a la propuesta del club apoyada por el Consejo de Utrecht para autorizar el cultivo recreativo de cannabis, y amenazó con llevar a cabo acciones legales contra el gobierno de la ciudad si continuaba con la promoción de esa iniciativa.

Van Piekeren, afirma, mientras expurga algunas ramas de sus plantas en busca de bichos, que otra de sus opciones es intentar conseguir la excepción a través del Ministerio de Salud neerlandés, esgrimiendo para ello razones de toxicidad de las sustancias no supervisadas que se consumen actualmente en los cofeeshops y en las calles.

GRAN FIESTA

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—Actualmente, algunos usuarios de marihuana en México han optado también por sembrar sus propias plantas en sus terrazas y jardines —le comento a Jan mientras busca en las frondosas macetas del club rastros de las flores que le permitan saber que se aproxima la fecha de la cosecha—. Muchas personas argumentan que esa es una opción para no ser parte de la cadena ilegal que acarrea el consumo de marihuana, mientras madura el debate sobre la legalización de la hierba. ¿Qué deberían aprender tanto los usuarios como los políticos mexicanos y latinoaméricanos de iniciativas como la del club?

“Mira, aquí habrá una reunión el día en que por fin recolectemos y sequemos todas estas hojas. Pero será una gran fiesta si logramos que todo lo que se consuma, desde que se siembra hasta que lo fumemos, sea completamente legal. Si se va a legalizar, en México o en otros países, se debe hacer de manera que se incluya toda la cadena, desde el cultivo hasta el consumo”, concluye Jan mientras se deja abrazar por sus plantas de hojas de picos para un par de fotos.

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