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Investigan nuevos usos de ‘Cannabis sativa’ en Argentina

La cátedra de Cultivos industriales de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires (FAUBA) tramita la importación de semillas de Cannabis sativa (cáñamo industrial) provenientes de Canadá, con el objetivo de investigar su adaptación a nuestra región y sus usos. En el Hemisferio Norte existen muy buenas experiencias con la Cannabis.


“Me interesa estudiar este cultivo, que logra producir una cantidad de biomasa muy importante en relativamente poco tiempo: en 100 días puede generar plantas de entre 3 y 4 metros de altura. Queremos investigar cómo esta especie produce fibras y granos en nuestro ambiente, así como las variables que condicionan la calidad y cantidad de fibras en los tallos, y el aceite y la proteína en los granos, con diferentes fechas de siembra, condiciones de suelo y temperatura”, señaló a Argentina Investiga Daniel Sorlino, docente de la cátedra, quien conduce el proyecto. “No conozco otros investigadores que estén trabajando sobre este tema en la Argentina”, advirtió.


Según el investigador, “además de ser un cultivo que posee una infinidad de beneficios probados desde el punto de vista medicinal, el aceite de cannabis es comestible y muy saludable: tiene ácidos grasos, como el linoleico y el oleico, (similar a canola o soja) pero también Omega 3 (como la chía y el lino), capaces de reducir el colesterol en la sangre y usados como nutracéuticos, por ejemplo. Aunque sus usos van mucho más allá de la medicina y la alimentación”.


Un cultivo con historia en la Argentina y en el mundo


En la Argentina, la siembra de Cannabis sativa era habitual hasta la década de 1950 en la localidad bonaerense de Jáuregui, provincia de Buenos Aires, vecina de Luján, cuando no había variedades sin THC (tetrahidrocarbocannabinol, principal psicoactivo de la marihuana). El cultivo era impulsado por la empresa de origen belga Linera Bonaerense, que empleaba a cerca de 3.000 personas entre las tareas de siembra, cosecha y procesamiento de lino y cáñamo. Su fundador, Julio Adolfo Steverlynck, fue homenajeado con un monumento que aún está ubicado en Villa Flandria, “pueblo fábrica” fundado por el empresario a comienzos del ‘30.


“El cáñamo era el hijo rústico del lino, que por entonces abarcaba un área de 3 millones de hectáreas en el país. Ambos compartían la misma región de siembra”, explicó Sorlino. Las fibras de sus tallos se utilizaban en la fabricación de los cabos de los barcos, en el cuerito de las canillas para evitar pérdidas de agua y hasta en las suelas de las alpargatas, entre muchos otros destinos. Nos obstante, el cultivo comenzó a desaparecer con el cierre de la empresa y ante la aparición de fibras artificiales, como el nailon, que reemplazaron a las naturales.


En Europa, en la actualidad. se siembra Cannabis sativa sobre unas 15.000 hectáreas, distribuidas en Francia, Alemania, Polonia, Bélgica y España, donde existe una verdadera industria del cáñamo, diferenciada de las variedades con THC. “Allí, el cáñamo industrial no está regulado: es un cultivo extensivo, rústico, que prácticamente no utiliza agroquímicos, porque crece muy rápido y tiene una densidad de siembra alta que hace que las malezas no sean competencia”.


En Bulgaria, durante un congreso científico organizado por el Instituto de Fibras Naturales de la FAO, Sorlino se sorprendió con un desfile de modelos cuyos vestidos estaban confeccionados con fibras de cáñamo. También se asombró con los sembradíos de Cannabis en Francia: “Me llamó la atención ver tantas plantas sin que eso representara un problema”. El objetivo era reemplazar la fibra de vidrio en la industria automotriz, y utilizar fibras de origen natural en los rellenos de los asientos y en los paneles laterales de las puertas.


Al respecto, explicó: “En Europa no quieren utilizar más la fibra de vidrio porque cuando entra en combustión, una vez que el vehículo es desechado, genera muchos problemas ambientales. En consecuencia, se busca reemplazarla por materiales compuestos por fibras naturales como bioplásticos, que son biodegradables y pueden adquirir diferentes formas con gran plasticidad y resistencia. El hecho de fabricar un vehículo amigable con el ambiente, también funciona como argumento de venta”.


Su ingreso al país, de la mano del lino


El interés por estudiar la Cannabis sativa llegó a la cátedra de Cultivos Industriales de la FAUBA luego de investigar otros cultivos oleaginosos, que van desde los más difundidos (como soja y girasol), hasta otros especiales, porque producen aceites de alto valor y para usos específicos, medicinales y cosméticos. “Tal es el caso del lino, sobre el que tenemos mucha experiencia y que produce un aceite que se puede usar en medicina (como fuente de Omega 3) y hasta como pintura o fibras de calidad (las momias egipcias están envueltas con fibras de lino)”, apuntó Sorlino.


Además, explicó que en congresos y publicaciones científicas se suele vincular al lino con el cáñamo industrial, por las fibras de tallo y porque sintetiza en la semilla aceite y proteínas muy interesantes para consumo humano y animal, y para otras alternativas y usos muy diversos. Esa fue una de las razones por las cuales los científicos se acercaron a Canadá, principal productor mundial de lino.


“Los mejoradores canadienses trabajan con este cáñamo que queremos importar, y que está muy asociado al lino. Una de sus características más importantes es su alta velocidad de crecimiento. Además, al estar mejorado muy al norte (cerca del paralelo 58° Norte), se adapta mejor a los climas templado-fríos, lo cual significa una ventaja para las investigaciones que realizaríamos en Buenos Aires”.


“A la vista, no hay diferencias notables entre esta variedad que queremos importar y las que tienen THC. Hay algunas características morfológicas menores y también análisis de laboratorio que permiten comprobar que esta variedad de cáñamo industrial no tiene el principio activo de la marihuana”, dijo Sorlino. No obstante, señaló que hasta ahora, pese a la firma del convenio entre el mejorador canadiense y la FAUBA, la importación está sujeta a la aprobación de las instituciones que regulan el ingreso de semillas como éstas al país, como el SENASA y la ANMAT.


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