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La marihuana, el sexo y Ámsterdam

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Por Jeffrey A. Miron. “La ausencia de violencia no debería sorprender. La prohibición, no el consumo de drogas, es la principal razón por la que se asocia la violencia con las drogas, la prostitución, los juegos de azar, o cualquier servicio o producto prohibido”.

Durante los últimos 20 años he investigado la economía relacionada con la legalización de las drogas y la prohibición de ellas. Basándome en ese trabajo y en evidencia adicional, he llegado a considerar a la legalización como una política fácil de comprender. Virtualmente todos los efectos serían positivos, con riesgos mínimos de efectos negativos considerables.

Una porción importante de esa investigación ha sido la examinación de la política de drogas en los Países Bajos, donde la marihuana es virtualmente, aunque no técnicamente, legal. Hasta hace poco, sin embargo, nunca había visitado ese país.

Eso cambió el mes pasado cuando mi esposa, mis hijos en edad universitaria y yo pasamos una semana en Ámsterdam. El viaje no fue una excusa para fumar marihuana en los famosos coffee shops de la ciudad; a pesar de mi posición a favor de la legalización, no consumo drogas ilegales (los martinis secos son un caso aparte).

En cambio, escogimos Ámsterdam porque es una ciudad interesante que no habíamos visitado (y porque teníamos millas de viajeros frecuentes para vuelos sin escala). Visitamos las destinos turísticos usuales como el Museo de Van Gogh y la casa de Ana Frank, disfrutamos de rijsttafel (comida holandesa-indonesia) y la cerveza holandesa, y (apenas) evitamos ser atropellados por las 600.000 bicicletas en Ámsterdam.

También visité el famoso Red-Light District, donde hay varios coffee shops que venden marihuana y prostitución legal (con mi esposa a mi lado; saque sus propias conclusiones). Los partidarios de la legalización señalan a Ámsterdam como evidencia de que la legalización funciona, al menos para la marihuana. Los críticos de la legalización, como el ex Zar Gil Kerlikowske, cree en cambio que la política holandesa está errada, generando delincuencia y efectos fastidiosos. Solo la observación en persona podría dar una percepción clara de qué descripción es más precisa.

La belleza muchas veces es algo subjetivo, así que los prohibicionistas puede que no se convenzan con mis observaciones.

A mi manera de ver, sin embargo, el Red Light District no podría haberse sentido más seguro o normal. Sí, la marihuana estaba extensamente disponible. Y sí, servicios sexuales de todo tipo estaban siendo ofrecidos en público.

Pero nada acerca de este distrito se sentía inseguro, o sugería un nivel elevado de crimen o violencia; me he sentido menos seguro en muchas ciudades estadounidenses y europeas. La zona está llena de personas jóvenes, incluyendo muchos turistas, divirtiéndose o buscando hacerlo. Algunos sin duda estaban bajo la influencia de la marihuana o del alcohol, o tomando otros riesgos. Ninguno de estos “comportamientos riesgosos”, sin embargo, estaban perjudicando a terceros.

La ausencia de violencia no debería sorprender. La prohibición, no el consumo de drogas, es la principal razón por la que se asocia la violencia con las drogas, la prostitución, los juegos de azar, o cualquier servicio o producto prohibido. En un mercado legal, los participantes resuelven sus disputas con abogados, cortes, y mediante la arbitración. En un mercado ilegal, no pueden utilizar estos métodos y recurren a la violencia.

De manera que el factor determinante de la violencia es si una industria es legal, como la historia de la prohibición del alcohol nos enseña. Esa industria fue violenta en el periodo entre 1920 y 1933, cuando el gobierno federal y muchos gobiernos a nivel de los estados prohibieron el alcohol, pero no antes ni después. Y si el gobierno hubiese prohibido el tabaco, o el café, o el helado, o cualquier bien con una demanda sustancial y sustitutos imperfectos, un mercado negro violento hubiese surgido.

Los partidarios de la prohibición puede que aún considerando esto se opongan a la política holandesa porque consideran todo tipo de consumo como algo indeseable, incluso si no genera daño alguno a terceros. La economía básica predice que, si otros factores se mantienen constantes, las prohibiciones reducen el uso al elevar los precios de las drogas. Pero nada en la economía dice que el precio es el único factor que determina el consumo; para muchos consumidores, otros factores importan más.

Nuevamente, la evidencia de los Países Bajos es reveladora. En 2009, la tasa de consumo de marihuana durante el año anterior fue de 11,3% en EE.UU., pero solamente de 7,0% en los Países Bajos. Esto no comprueba que la legalización reduce el consumo de drogas; muchos otros factores están en juego. Pero estos datos difícilmente respaldan la afirmación de que la prohibición tiene un impacto concreto en la reducción del consumo.

Cuando hicimos un tour de la ciudad en barcaza por los canales, el guía comentó que “A pesar de las drogas y la prostitución legalizada, Ámsterdam es una ciudad segura”. Mi hijo, quien me había escuchado hablar por años acerca de la prohibición, se volteó y me dijo, “Debió decir ‘Gracias a que las drogas y la prostitución son legales, ¿verdad?’”

Por Jeffrey A. Miron. Director de estudios de pregrado de la Universidad de Harvard y académico titular del Cato Institute